14 Su cabeza y sus cabellos eran blancos como blanca lana, como nieve; sus ojos como llama de fuego; 15 y sus pies semejantes al bronce bruñido, refulgente como en un horno; y su voz como estruendo de muchas aguas. 16 Tenía en su diestra siete estrellas…
Tal como Juan continúa describiendo su visión, se nos recuerda una descripción similar de un encuentro con alguien semejante a un ángel celestial y que leemos en otro (parcialmente) trabajo apocalíptico judío- el Libro de Daniel. Allí leemos en Daniel 10:4-6:
“Y el día veinticuatro del mes primero estaba yo en la orilla del gran rio Hidekel. Y alcé mis ojos y miré, y he aquí un varón vestido de lino, y ceñidos sus lomos de oro de Ufaz. Su cuerpo era como de berilo, y su rostro parecía un relámpago, y sus ojos como antorchas de fuego, y sus brazos como de color de bronce bruñido, y el sonido de sus palabras como el estruendo de una multitud”.
Ambos encuentros testifican, aunque algo diferente, que ambos hombres (en Daniel y en Apocalipsis) vestían ropajes de lino blanco con cinto dorado, ambos tenían los ojos como antorchas encendidas, los pies como bronce bruñido, la cara brillaba como el sol y la voz como el sonido de muchas aguas. Esto, desde luego es una similitud remarcable.
Sin embargo, hay otra remarcable similitud, hay también alguna que otra diferencia impresionante. El Hijo del Hombre en Apocalipsis se ve como teniendo el cabello tan blanco como la lana y como la nieve (vs.14) y dentro de la descripción, hay dos descripciones visuales importantes- él sostiene en su mano siete estrellas y de su boca brotan dos espadas de dos filos.
La visión del cabello evoca otro texto curiosamente localizado en el Libro de Daniel. El Dios Todopoderoso de Israel es descrito como el Anciano de Días, quien no solo viste ropajes blancos, sino que su cabeza tiene cabellera blanca. Leemos este magnífico encuentro en Daniel 7:9-10:
“Y estuve mirando hasta que fueron puestos tronos, y se sentó un Anciano de Días, cuyo vestido era blanco como la nieve, y el pelo de su cabeza como lana limpia; su trono llama de fuego y las ruedas del mismo, fuego ardiente. Un río de fuego procedía y salía de delante de él; millares de millares le servían y millones de millones asistían delante de él; el Juez se sentó y los libros fueron abiertos”.
Por lo que un interesante rasgo que aparece en el libro del Apocalipsis puede ser comparado al del ser angélico celestial (Hijo del Hombre) es un importante detalle (vestiduras y cabellos blancos) mezclado con el Anciano de Días. No podemos hablar de una combinación de caracteres, pero expresan un parecido evidente.
El libro de Enoch, contiene un lenguaje muy similar al de Apocalipsis. En Enoch, a Dios se le llama Origen de Días (en lugar del Anciano de Días en Daniel) y también el Señor de los Espíritus. En este pasaje a Dios se le describe como teniendo los cabellos blancos como la lana. En Enoch 46:1-3 leemos:
“Y vi a Uno que tenía el Origen de Días, y su cabeza era blanca como la lana, y con él había otro ser cuya apariencia era de hombre. Y su cara estaba llena de misericordia, como la de los santos ángeles. Y pregunté al ángel que me acompañó y me enseñaba las cosas ocultas concernientes al Hijo del Hombre, quien era y de donde era (y) ¿por qué fue con él el Origen de Días? Y respondió diciéndome: Este es el Hijo del Hombre el cual tiene la justicia, en quien habita la justicia y quien desvela todos los tesoros que están ocultos, porque el Señor de los Espíritus le ha elegido, y en quien recayó la preeminencia de estar delante del Señor de los Espíritus con rectitud por siempre”.
Como en muchos pasajes apocalípticos, la figura del Hijo del Hombre está en la presencia del Señor de los Espíritus. En este pasaje (que Juan probablemente conoce) él no es quien tiene la cabellera blanca. Quizás esta es la manera que Juan intencionadamente tiene de mezclar al Padre y al Hijo.
El ser angélico celestial del Libro del Apocalipsis también es visto sosteniendo siete estrellas en su mano derecha. Mientras que es importante intentar e identificar lo máximo posible este simbolismo detrás de las siete estrellas, es más importante ver que el hecho de sostenerlas en su mano derecha nos habla de su gran autoridad y poder. Cuando lleguemos al versículo 20 ya discutiremos con más detalle las opciones interpretativas para la frase “las estrellas son los ángeles de las siete asambleas”, pero por ahora el punto importante es que esas siete estrellas, no importa lo que representen, están bajo el completo e incuestionable control del ser celestial que habla con Juan.


