4 Pero tienes algunos en Sardis que no han manchado sus vestiduras, y ellos caminarán conmigo, vestidos de blanco porque son dignos.
El Libro del Apocalipsis y su autor, positivamente parecen preocupados con la idea central de la pureza israelita. Repetidamente veremos esta obligación de pureza desde el principio al fin. Si el Libro del Apocalipsis puede llamarse judío, o más exactamente, un documento israelita del primer siglo, entonces, difícilmente no nos sorprenderá que tenga un gran concepto del ritual de purificación ya que era el centro de la sociedad israelita en su totalidad. La metáfora de las vestiduras blancas, si bien tiene conexión con el movimiento israelita de los Esenios o no, muestra la importancia que esta pureza exigía y obligaba. El rey Salomón, resumiendo su Sabiduría, animaba a los jóvenes de Israel a que examinaran su vida y a hacer lo siguiente:
«Anda y come tu pan con gozo, y bebe tu vino con alegre corazón; porque tus obras ya son agradables a Dios. En todo tiempo sean blancos tus vestidos, y nunca falte ungüento sobre tu cabeza» (Ec. 9:7-8).
Esta referencia en particular, aunque fue escrita mucho antes que los escritos de la Carta del Apocalipsis, no obstante, muestra claramente, que la ropa blanca era usada hasta en el antiguo Israel. Mucho más tarde, en una obra apocalíptica judía de 4 Esdras, leemos:
“Los que han salido de la oscuridad de esta época, han recibido del Señor vestiduras gloriosas. Toma en cuenta su número total, oh Sión, y concluye la lista de tu pueblo que está vestido de blanco, que ha cumplido la Torá del Señor. (4 Esdras 2:39-41)
Es probable que las tradiciones, tal como se muestran anteriormente en las citas, encuentren su especial expresión en el movimiento Esenio a través de todo el país, de acuerdo a su distintiva forma de vestir. Ellos, a diferencia de otros, vestían siempre de blanco (Josefo, Guerras Judías 2:119-161) al igual que lo hizo el grupo filosófico griego Pitagórico. (Josefo, Antigüedades Judaicas, 15. 371). Tanto en la psique israelita como en la greco-romana, había una asociación entre el color blanco y la pureza. En la ropa blanca, las manchas eran fácilmente visibles y era difícil mantenerlas limpias. Esto determinaba si uno de alguna forma había sido manchado o contaminado.
Los creyentes de Sardis, tal como Jesús les veía, iban vestidos de blanco y a pesar de todo, muchos tenían la ropa manchada de manera que no eran aptos para el servicio del Dios de Jesús. Por lo tanto, no podían caminar por donde Jesús lo hacía (Ap. 3:2b). Hay que recordar que Jesús caminaba delante de la Menorá Celestial – el candelabro de los siete brazos situado en el Tabernáculo Celestial. Caminar delante de Dios por donde Jesús caminaba, servirle con verdadera pureza, requería vestir de blanco. De todos los seguidores de Cristo, pocos intentaron vivir y trabajar en Sardis de manera que Cristo, el Sumo Sacerdote celestial, juzgó apropiada y correctamente, y por lo tanto, fue aceptable como sacrificio delante del Padre.
5 El que venciere será vestido de vestiduras blancas; y no borraré su nombre del Libro de la Vida, y confesaré su nombre delante de mi Padre, y delante de sus ángeles. 6 El que tiene oído, oiga lo que el espíritu dice a las iglesias.
Una vez más, la recompensa (vestiduras blancas) se le promete a quien venciere (evitando adorar a dioses paganos en vez de solo al Dios de Israel). Era sumamente difícil permanecer puro, dada las presiones socio-religiosas del Imperio Romano para los seguidores de Cristo. Era especialmente difícil si eran gentiles, los que formaban parte de la coalición judía que no se habían afiliado a los judíos mediante la conversión por proselitismo. Por eso, Jesús afirma que los nombres de los que vencieren permanecerían a perpetuidad en la lista del Libro de la Vida.
Si bien este no es el lugar perfecto para tener un profundo debate sobre una fascinante sección del Talmud Babilónico que trata sobre las cuatro figuras rabínicas ascendidas al Paraíso (Pardes), debería sin embargo ser mencionado. Todos ellos ven allí al Ángel Metatrón. Descrito allí, sentado y registrando los méritos de Israel en un rollo especial como recordatorio (b Haggigah 14b-15a). En Daniel 7, mientras el profeta está contemplando una increíble visión de cuatro seres celestiales, de pronto ve algo más. El escribió sobre ello tal como sigue en Daniel 7:9-10:
“Estuve mirando hasta que fueron puestos los tronos, y se sentó un Anciano de Días, cuyo vestido era blanco como la nieve, y el pelo de su cabeza como lana limpia; su trono llama de fuego, y las ruedas del mismo, fuego ardiente. Un río de fuego procedía y salía de delante de él; millares de millares le servían y millones de millones asistían delante de él; el Juez se sentó, y los libros fueron abiertos”.
Esta idea de que en algún lugar del cielo existe un registro permanente del nombre de la gente y sus obras está confirmado a través de la Biblia Hebrea y del Nuevo Testamento. Hay unos pocos ejemplos:
“‘Pero ahora, tu perdonarás su pecado… pero si no, bórrame de Tu libro que has escrito’. 33 El Señor dijo a Moisés, ‘cualquiera que pecare contra mí—esa persona será borrada de mi libro’” (Ex. 32:32-33). “Sean borrados del Libro de la Vida, y no sean recordados entre los justos” (S. 69:28). Saulo Pablo, refiriéndose a sus colaboradores, “Sí, y yo te ruego, mi fiel compañero, ayuda a esas mujeres ya que ellas han peleado a mi lado en la causa del Evangelio junto con Clemente y el resto de mis colaboradores, cuyos nombres están en el Libro de la Vida” (Flp. 4:3). Jesús instruyendo a sus discípulos sobre sus prioridades, dijo: “… no os regocijéis de que los espíritus se os someten, antes regocijaros de que vuestros nombres estén escritos en el Cielo” (Lc. 10:20).
Las palabras dirigidas a la iglesia de Sardis, tienen relación, en cualquier caso, con todas las otras congregaciones, y finaliza con la oportuna exhortación, de que el que escuche este mensaje debe obedecerlo (3:6).


